TESTIGOS DE CRISTO
Al creer en Jesús como Hijo de Dios, vencemos al mundo (1 Jn 5,5) y llevamos en nosotros el testimonio de Dios. Cristo vino a nosotros y se nos manifestó en el agua de su Bautismo en el Jordán, con la sangre de su Cruz gloriosa (1 Jn 5,6), y con su Espíritu de verdad en sus palabras. Con su sangre, con el agua de su bautismo y con su Espíritu podemos vencer al mundo.
Nosotros también seremos testigos de Dios por medio del agua del bautismo, por la sangre de la eucaristía y por la confirmación en el Espíritu. Por estos tres sacramentos de la iniciación cristiana, llevamos dentro de nosotros el testimonio de Dios (1 Jn 5,10). Estos tres sacramentos testifican que "Dios nos ha dado la vida eterna que está en el Hijo" (1 Jn 5,11). El verdadero testigo de Cristo sabe que tiene vida eterna (1 Jn 5,13) y la proclama desde su fe y desde sus obras santas.
Proclamamos desde la fe a Jesús, que puede limpiarnos de la lepra del pecado y de la herida de la enfermedad (Lc 5,12). Creemos que, cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu nos dicen: "Quiero, queda limpio" (Lc 5,13), la palabra de los tres testigos celestiales se cumple entre nosotros. Damos testimonio de las obras trinitarias de Dios entre los hombres. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos hagan testigos ante el mundo de la vida eterna, que está en nosotros por el bautismo que nos vivifica, por la Eucaristía que nos alimenta y por el Espíritu que nos guarda.
"Hijos míos: quiero seguir comunicándoos mi vida eterna y mi Espíritu. Quiero lavaros en la sangre de mi Hijo de vuestros males y haceros hijos míos amantes y fieles". Hazlo así, Señor y Padre nuestro. Amén.
Pág. 24 "El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B
P. Ceferino Santos
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