Evangelio de hoy, 31 de enero:
Lc 4, 21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Reflexión:
Continúa la escena del domingo pasado. HOY se cumple la escritura, hoy el Señor sale a mi encuentro y quiere anunciarme su salvación y devolverme la vista.
Pero también hoy yo debo acogerle y adherirme a Él. y debo superar los prejuicios y dificultades. Los que escuchaban a Jesús pensaban que ya conocían a Jesús y se preguntaban ¿no es el hijo de José? Y se enrocaban en sus criterios. No admiten que las cosas puedan de un modo distinto a lo que se imaginan. No aceptan que el hijo de José pueda ser hijo de Dios, que Dios se haga pequeño y se comunique a través de la carne.
Por eso Jesús les pone como modelo de fe a dos gentiles, dos extranjeros. Y es tremenda la reacción de la gente. Los que hace un rato estaban asombrados y le alababan ahora quien despeñarle.
Nosotros muchas veces estamos cerrados en nuestros prejuicios y de antemano ponemos límites a las cosas de Dios. Nos escandaliza el método de Dios, el que Él se comunique a través dela carne, de lo sencillo. Más adelante Jesús dirá " Dichosos los que no se escandalicen de mí"
cursillosdecristiandad.es
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