Evangelio de hoy,21 de enero
Mc 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
Reflexión:
Frente a la dureza del corazón de los fariseos, la gente sencilla acude a Jesús para escucharle y los que están enfermos se acercan a él para tocarle con el presentimiento de que podrán quedar sanados. Él está a gusto con la gente y no le importa que acudan esas muchedumbres a él.
Hasta los espíritus inmundos no tienen más remedio que exclamar: Tú eres el Hijo de Dios. Y es llamativo que Jesús le impida hablar.
Jesús no quiere imponerse a nuestra libertad, no quiere “forzarnos a creer” con grandes milagros. Él, siendo el Todopoderoso, el Rey de reyes, se presenta con humildad y discreción y quiere entrar en nuestro corazón a través del amor.
Me viene a la mente un texto de la Evangelii Gaudium: “Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida. Cada vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan”.
Qué hermoso poder proponer a nuestros hermanos a través de Cursillos la amistad con Jesús y el amor fraterno.
D. Javier Ortega Martín, Consiliario de Alcalá
http://www.cursillosdecristiandad.es/events/jueves-de-la-ii-semana-del-t-o/
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