Existen hombres y mujeres que han consagrado sus vidas al servicio de la Palabra divina hecha carne en Jesús. Hay mujeres y hombres, que viven intensamente la Palabra de Dios e incluso mueren por ella. La misma Palabra de Dios ha querido venir a habitar entre nosotros, y los que la reciben desde la fe son hechos hijos de Dios (Jn 1,12).
María de Nazaret es el gran modelo de los receptores de la Palabra divina en su alma, en su mente, en su voluntad y hasta en su mismo cuerpo y seno maternal. No basta acoger a la Palabra de Dios. Después hay que vivirla y trasmitirla. María da a luz la Palabra divina, y luego nos la ofrece a los hombres, a los pastores, a los magos, a todos los que creen en ella y la reciben.
San Esteban, protomártir de la Iglesia, es un hombre de la Palabra de Dios. De ella recibe la vida de la fe y del amor; a ella se consagra con una vida generosa de entrega y de servicio a esa Palabra, hecha carne en la persona santísima de Jesús, Cuando la Palabra, que es Jesús, llena a Esteban, éste comienza a difundirla con palabras, "con signos y prodigios en medio del pueblo" (Hch 6,8). Ante lo irresistible de sus palabras y señales, sus enemigos no tienen otra salida más que el ataque, la oposición y las calumnias, "mas no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que Esteban hablaba" (Hch 6,10).
La Palabra de fe es tan poderosa, viva y cercana en Esteban, que se le convierte en presencia y visión: ''Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios" (Hch 7,56). Las mujeres y los hombres consagrados a la Palabra tendrán que dar fe de la Palabra divina delante de sus acusadores; pero en su momento se les sugerirá lo que tienen que decir; no seréis vosotros los que habléis, decía Cristo; el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros" (Mt 10,19-20). Las personas consagradas a la Palabra de Dios son movidas por el Espíritu divino, que penetra hasta lo más profundo de su ser y por ellos habla. Los mártires de Cristo, como San Esteban, firman con su propia sangre y con su muerte el testimonio de vida y de verdad, encerrado en la Palabra del Padre, Cristo Jesús, el Salvador.
Bendito mártir San Esteban: ante el trono de Cristo, ruega por nosotros, por nuestro mundo y por todos los perseguidores, que se oponen y combaten la Palabra de Dios. Dile, de nuevo, a Jesús: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (Hch 7,59). Tú, Señor Jesús, apiádate de nosotros. Danos una acogida generosa a Ti, Palabra viva de Dios, y conviértenos en hombres y mujeres, que viven de tu Palabra, la conocen, la meditan, la difunden y la proclaman, llenos de tu Espíritu, con palabras y con poder, con la vida, los signos y los prodigios, que Tú quieras darnos para que el mundo crea y se salve.
''Yo estoy con vosotros. Quiero que tengáis una viva experiencia en fe de mi Palabra. Luego, hablaréis con valor de lo que habéis visto y palpado del Verbo de la Vida; hablaréis de Mí y de mi Padre con la fuerza del Espíritu. Mi Espíritu hablará por vosotros y seréis mis testigos en medio del mundo".
Págs. 406 y 407 "El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B
P.Ceferino Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario