CRECIENDO EN EL ESPÍRITU
En el orden biológico Dios ha trazado unas leyes naturales del crecimiento y del desarrollo normal de todos los seres vivos. En el orden espiritual, Dios desea también nuestro crecimiento sano; pero éste no es automático y ciego como el crecimiento biológico. El Señor exige de nuestra parte las actitudes que ayudan al desarrollo espiritual.
Dios es el que va a dar el crecimiento en el Espíritu, pero a nosotros nos pide, como a Pablo y a Apolo, que plantemos y reguemos (1 Co 3,6-7). Dios reclama que crezcamos en la gracia y en el conocimiento de Jesús, imitándole a Él que quiso crecer en gracia y sabiduría (Lc 2,40) durante su estancia en Nazaret. "Creced en gracia y en conocimiento de nuestro Señor Jesucristo" (2 P 3,18), se nos pide en la 2ª Carta de San Pedro.
El crecimiento espiritual comienza en nosotros con el rechazo del pecado y con la vida de hijos de Dios en nosotros, a través de la fe y del bautismo: "Se os han perdonado los pecados en su nombre" (1 Jn 2,12). Luego, deberá continuar el crecimiento en la fe y en el conocimiento de Jesús: ''Vosotros, padres, conocéis al que es desde el principio" (1 Jn 2,13).
Siempre se puede conocer más a Dios, como le pasó al anciano Simeón y a la profetisa Ana, que, al ver en el Templo a Jesús niño, le reconocieron como el Mesías esperado y el enviado de Dios para los que esperaban la liberación de Israel (Lc 2,38) y de toda la humanidad cautiva por el pecado.
Podemos crecer en el conocimiento y amor de la Palabra de Dios y en la fortaleza para vencer las asechanzas del maligno: "Jóvenes, sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros que habéis vencido al maligno" (1 Jn 2,14 ). Gracias al sacramento de la confirmación somos sellados con el Espíritu de fortaleza para mantenemos firmes en la adhesión al Mesías, que nos ungió (2 Co 1,21). "Siendo auténticos en el amor", haciendo la verdad en la caridad, "crezcamos en todos los aspectos hacia aquél que es la cabeza de la Iglesia, Cristo" (Ef 4,15).
Sólo en Cristo podemos crecer como comunidad y como cuerpo, edificándonos Él mismo por el amor (Ef 4,16). Dios nos pide una conducta santa para crecer ante Él: "No améis al mundo ni a lo que hay en el mundo" (1 Jn 2,15), que es el pecado. La conducta perversa es lo que más impide el desarrollo espiritual y trae la enfermedad del alma y la muerte de la vida de Dios en nosotros.
Señor Jesús, que hecho hombre quisiste crecer ante nosotros en estatura y en gracia: únenos a Tí, vid verdadera, para que participemos de tu vida, de tu crecimiento en tu Espíritu y en tu Iglesia y de los aumentos en la fe, la esperanza y el amor.
"Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. Creceréis en mi amor, y mi vida se hará pujante en vosotros porque me amáis. Daréis frutos de santidad y de servicio a los pobres, a los afligidos y a los hambrientos. Mi Padre será glorificado en los frutos de amor y de justicia, que daréis".
Págs. 412 y 413 "El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B
P. Ceferino Santos
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