"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de
semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le
anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en
Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma".
¡Brilla Jesús, llénanos de la gloria de
Dios!
¡Ven, Jesús, ven, vence la oscuridad!
¡Inúndanos de tu gracia y misericordia, ven, oh
Señor: que tu acción traiga luz!
Señor, tu amor es luz que ilumina, sobre la
oscuridad camina;
Jesús, Tú eres luz del mundo, sobre nosotros tu
verdad brilla en mí, brilla en mí.
¡Continúa
brillando en nosotros, Señor Jesús! ¡Que nuestra vida sea más transparente y
traslúcida por Tu continuo brillar! ¡Gracias por ser la luz de la vida, la luz
que trae vida! ¡Que sigamos bajo tu acción, como hijos de la Luz! ¡Vence en
nosotros y a través de nosotros las oscuridades y tinieblas que nos atenazan!
¡Brilla en mí; brilla en nosotros, brilla a través de nosotros! ¡Que transparentemos
tu Luz, tu Vida, tu Gracia! Viviendo y haciendo que se viva... ¡DE COLORES!
No hay comentarios:
Publicar un comentario