EL PODEROSO HA
HECHO OBRAS GRANDES
El Dios infinito y poderoso hace
cosas grandes en todos los hombres. Todos somos obra de su amor y Él ama todo
lo que salió de sus manos. Dios quiere a Ana cuando aún es estéril, y la sigue
amando después de bendecirla con Samuel el hijo deseado en larga espera. Dios
ama a Samuel y hace en él cosas grandes, cuando lo prepara para ser guía y
profeta de Israel. Dios hace grandes cosas en el niño Samuel, que es consagrado
al Señor de por vida por Ana, su madre, en el templo de Siló (aún no existía el
templo de. Dios en Jerusalén). El Señor destina a Samuel a un destino glorioso
en medio de su pueblo.
Es el Señor el que a todos nos
destina para un proyecto de amor. También Dios prepara para designios de amor
al recién nacido, que no llega a conocer a su madre por disfunción mental:
"Debe ser algo especial para recibir tanto amor de otros", anotaba el
"Diálogo imaginario de un niño discapacitado". "A los ojos del
mundo nunca tendré éxito, pero te aseguro algo que poca gente puede hacer;
puesto que no conozco más que amor, bondad e inocencia, la eternidad me
pertenecerá, madrina mía" (Elisabeth Klüber-Ross, La muerte: un amanecer,
p. 55).
Dios, que hace maravillas de amor en
todos sus hijos, las realizó de modo especial en María Santísima. El miró el
abajamiento y la pequeñez de su sierva (Lc 1,48) y la colmó de dones (Lc 1,53).
El Poderoso hizo maravillas en favor de María (Lc 1,49); la eligió para madre
de su Hijo unigénito, la llenó de gracias y de Espíritu Santo; y por medio de María,
Él sigue haciendo obras grandes. De manos de María recibimos a Jesús. Por María
nos llegan las gracias y bendiciones de su intercesión y de su amor.
Alabamos a Dios por las maravillas
que ha realizado en María, y le damos gracias por las obras grandes que Él ha
hecho en nosotros, perdonándonos, justificándonos, haciéndonos hijos y
salvándonos. Le damos gracias a Dios por los prodigios que hace en todos los
hombres: en los moribundos y en los enfermos, en los disminuidos mentales y en
los sabios, en los ancianos y en los niños que nacen y en los que no llegan a
nacer.
A todos, Señor y Padre, nos alcanzan
tus dones de amor. Bendito seas. Te damos gracias, Dios nuestro, por las
maravillas de la vida, por el proyecto de amor divino y de destino eterno que
tiendes para cada uno de nosotros en compañía y unión con María, tu Madre
gloriosa y Reina nuestra.
"Hijos míos: os tengo tatuados
en las palmas de mis manos. Todos sois hijos de mi amor. Vivid como creyentes
en la fe, como herederos en la esperanza, como hijos en mi amor. Servidme en la
Iglesia y en el mundo con el compromiso de vuestra entrega. Dejadme hacer
grandes cosas por vosotros".
Págs. 401 y
402 "El Pan de la Palabra dánosle hoy" Ciclo B
P. Ceferino Santos
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