Miércoles 2ª Semana de Cuaresma
LA ENTREGA
El sacerdote, el sabio según Dios
y el profeta (Jr 18,18) han de ser hombres entregados al servicio del Señor y
de su pueblo. El servicio obediente a Dios conlleva, con frecuencia y a
imitación de Cristo Maestro, el cáliz de la amargura, de la persecución y el
sufrimiento: "Mi cáliz lo beberéis" (Mt 20,23). La entrega al
servicio de Dios supone la aceptación de la cruz sin quejas ni resistencias.
En Jesús
tenemos el gran modelo de sacerdote, de sabio y de profeta que se ofrenda por
nosotros. Cristo se entregó sin reservas a la voluntad del Padre y a sus
hermanos los hombres: "El Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos
sacerdotes y a los letrados y lo condenarán a muerte" (Mt 20,18). A través
de la entrega generosa Dios nos dignifica, nos da el titulo real de servidores
suyos -despreciados y perseguidos, a veces-; sin tiempo para la propia evasión
y descanso, siempre.
"Acepta,
Señor, la oblación y la entrega de tus servidores para que la voluntad del
Padre celeste se realice cada hora y cada momento, por medio del sacrificio de
la entrega continuada, de la renuncia constante de uno mismo. Me declaro
propiedad tuya en plenitud, Señor mío, y renuncio al uso libre de mí mismo y de
las cosas que empleo y proclamo también propiedad tuya. ¡Cuida, Señor, de la
viña que Tú plantaste! Concédenos que el servicio sacrificado de tus servidores
sirva para el rescate de muchos (Mt 20,28).”
Meditaciones
del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan
de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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