Sábado 2ª Semana de Cuaresma
El amor de Dios es tan ancho que
en él caben los hombres de todos los tiempos y todos los pecadores que se
arrepienten: Dios "arrojará al fondo del mar todos nuestros delitos"
(Mi 7,9). Cristo, desde su amor de Buen Pastor, se dedica también a acoger a
los pecadores (Lc 15,2) y se goza profundamente con su conversión.
Nosotros, a
imitación de Jesús, cuando vemos a un hermano alejado de Dios y distraído en el
pecado, deberíamos llorarle con las lágrimas de Cristo, con el dolor de su
Corazón, con el grito de nuestra intercesión y con el gemido por el desgarro
del Cuerpo roto de Cristo. ¡Qué alegría, en cambio, cuando el hermano
extraviado vuelve al abrazo y a la intimidad con Dios, cuando recapacita, y se
arrepiente de los errores de su camino y retorna al techo acogedor de los hijos
bien amados!
Sería ruindad
y pequeñez de ánimo por nuestra parte indignarnos con la vuelta a la Casa del
Padre del hermano arrepentido y tener envidia por la fiesta del retorno (Lc
15,28).
Cristo es el
verdadero hermano mayor de Corazón siempre acogedor y verdadero modelo de amor
perdonador, que siempre se alegra con su Padre celestial por nuestra conversión
y la favorece, la ayuda y la perfecciona. "Gracias, Cristo, hermano mayor,
por tu misericordia, por tu acogida para con nosotros, por tu alegría sincera
cada vez que nos arrepentimos. Danos un corazón grande para amar y acoger las
palabras de tu Padre:"Hijo, deberías alegrarte, porque este hermano tuyo
estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado" (Lc
15,32). Continúa, Señor Jesús, en este mundo nuestro otras muchas historias de
amor, de alegría y de gozo por cada pecador que se convierte en hijo amado y
perdonado por Ti y por tu Padre".
Meditaciones
del P. Ceferino Santos, SJ.
“El
Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
No hay comentarios:
Publicar un comentario