domingo, 1 de marzo de 2015

MEDITACIONES CUARESMALES P.CEFERINO SANTOS: DOMINGO 2º

LA GLORIA DE JESÚS
 
gloriaJesús es el Ungido del Padre, como su Hijo bien amado (Mc 9,7), con supremos poderes sacerdotales, reales y proféticos, para realizar así su misión salvadora entre los hombres. En la transfiguración apareció la gloria divina de Jesús. Él es superior a Moisés, el legislador, (Dt 18,18). Él es el gran Profeta, mayor que Elías, con quien conversa en la montaña santa (Mc 9,4) y donde vive el desvelamiento de sus divinos poderes sacerdotales, reales y proféticos.
Nosotros, que participamos desde el bautismo de la vida de Cristo y de su sacerdocio real y profético, y hemos sido revestidos de Jesús, tenemos que vivir como sacerdotes, profetas y reyes imitándolo y siguiéndolo. No podemos permanecer inmóviles y quietos en el monte (Mc 9,5). Hay que bajar de la montaña (Mc 9,9) para comprometerse con la misión y la suerte de Cristo, Maestro y Salvador de los hombres. A Él el Padre le ha concedido poderes sacerdotales para que realice nuestra redención y se entregue como víctima a la muerte por nosotros (Rm 8,32). El Padre le entregó también poderes reales para resucitar de entre los muertos y estar como Señor de todo a la derecha de Dios (Rm 8,34b), intercediendo por nosotros. Él tiene poderes judiciales para absolvernos de nuestros pecados y para que nadie nos condene (Rm 8,34a).
Gracias a los poderes proféticos de Cristo recibimos una enseñanza salvadora y llena de autoridad, por la cual el Padre nos dice: "Éste es mi Hijo amado; escuchadle" (Mc 9,7). Todos los poderes que recibimos de Cristo han de ser puestos al servicio de Dios, pues Él los reclama para sí, como exigió a Abrahán la entrega de lsaac, el hijo de la promesa (Gn 22,2).
En la entrega a Jesús, el Unigénito de Dios, todos quedamos bendecidos (Gn 22,17) con la fecundidad espiritual, que enriquece a la Iglesia con nuevos hijos de Dios y les da poderes reales, proféticos y sacerdotales para "conquistar las puertas de las ciudades enemigas" (Gn 22,17b) y para vencer las sutiles fuerzas del mal. Como pueblo sacerdotal ofrecemos a Dios un sacrificio de alabanza, invocando su nombre glorioso (Sl 115,17); y como pueblo profético podemos anunciar al Dios que nos justifica (Rm 8,33) y nos da todos los dones de salvación en el Hijo (Rm 8,32).
¡Gracias, Padre, por habernos enriquecido y revestido con los maravillosos dones de tu Hijo Jesús! Ayúdanos para que seamos fieles colaboradores en la misión sacerdotal, profética y regia de Jesús.
“Yo también os acojo a vosotros como posesión singular mía, como pueblo de redimidos con mi sangre. Yo os santifico y os perdono. Yo cumplo mis promesas y os daré parte en mi Reino”
 
EL PAN DE LA PALABRA DANÓSLE HOY
CICLO B Pág. 73 y 74 (Ceferino Santos S.J.)
 
rcc-es.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario