VINE A DAR PLENITUD
Cristo viene a darnos algo de lo que, por lo visto y oído, carecemos: la plenitud espiritual. Dios mismo se preocupa de orientar y de dirigir a su pueblo hacia el perfeccionamiento. Desde Adán, desde Abrahán y desde Moisés, Dios dicta normas y leyes para que su pueblo no se extravíe ni se pierda. Dios aprecia y estima, como buen Legislador, sus propias leyes y mandamientos, como útiles para el hombre: "Guardadlos y cumplidlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra prudencia" (Dt 4,6).
Dios mismo dicta a su pueblo los diez grandes mandatos (Dt 5,7-21), como normas y decretos "justos" (Dt 4,8), basados en una ley divina, que no se abroga ni se abole (Mt 5,17a), y que va a recibir en Cristo su plenitud y coronación (Mt 5,17b). Se podrán abolir normas de la ley judaica (ayunos, circuncisión, sábados y fiestas), pero no los diez mandamientos fundamentales.
Éstos durarán para siempre, pero perfeccionados como un deber de amor y sumisión a Aquél que nos creó para El y nos redimió con la sangre de su Hijo. El cumplimiento de unas normas externas se convierte ahora en el seguimiento personal y amoroso de la Persona divina del Verbo de Dios, en Jesús y en un perfeccionamiento de la ley. (El viejo mandato "no matarás" se convertirá en plenitud de amor en un "tampoco odiarás ni insultarás a tu hermano, sino que lo perdonarás y lo amarás como Yo, Jesús, lo amo y lo perdono").
La antigua Ley queda sublimada, santificada y perfeccionada por la interna ley de la caridad y amor, que el Espíritu Santo infunde en los corazones. Ya no se trata sólo de mandatos externos, sino de leyes escritas en el corazón del creyente con el fuego del amor (Jr 31,33). La ley de Dios se perfeccionado e interiorizado: "Os infundiré un espíritu nuevo y haré que caminéis según mis preceptos y pongáis por obra mis mandamientos" (Ez 36,27).
La relación interpersonal con Dios se ha profundizado y enriquecido más allá de las frías normas jurídicas.
Gracias a tu Espíritu Santo, Señor, podemos cumplir tus mandatos como hijos y desde el amor, y no desde el temor como esclavos. Llévanos a la plenitud de la ley, para que "el que cumpla tus mandatos y los enseñe sea grande en el Reino de los cielos" (Mt 5,19). Y Tú, Jesús, ven a nosotros como ley viva y personal para grabarte en nuestros corazones. Amén.
"Quien me ama, no necesita de continuo normas externas. La interior ley del amor y la caridad os llevará a un servicio amoroso y fiel y grato a mis ojos. Servidme siempre por amor. El amor es la plenitud de mi ley".
EL PAN DE LA PALABRA DANÓSLE HOY CICLO B
Pág. 85 (Ceferino Santos S.J.)
Pág. 85 (Ceferino Santos S.J.)
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