SEÑALES DE SALVACIÓN
Los catastrofistas de turno sólo nos recuerdan el castigo y la ruina de los hombres por sus infidelidades y pecados: "Subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio" (2 Cr 36,16). En cambio, el ingenuo y el engañabobos niegan el pecado y el castigo, porque todos somos buenos, si bien algunos menos. Dios, que no nos engaña, nos habla de señales de salvación y de ruina; pero, tras la venida salvadora de Cristo, predominan las primeras.
Hay gente que desespera de que el mundo mejore y se salve. Son muchos los que están cautivos de sus pecados, de la mentira teológica y de las injusticias humanas. Algunos están faltos de fe y rechazan la buena noticia de su salvación eterna. Pero el plan de salvación universal de Dios existe, aunque no lo admitamos. "Estáis salvados por gracia" de Cristo Jesús (Ef 2,8).
Dios manda al rey Ciro, "que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá" y que suban a ella los cautivos de Asiria para reedificarla (2 Cr 36,23). En la Jerusalén reconstruida, Cristo aparecerá para traernos la salvación, que es Él mismo: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16). La persona divina de Cristo es la señal primordial de la salvación de Dios.
Su elevación en lo alto de la cruz es signo de salvación para los que crean en Él (Jn 3,15), como lo fue la serpiente de Moisés en el desierto (Jn 3,14) para los mordidos por las víboras. El amor de Dios que nos envuelve es señal y causa radical de nuestra eterna salvación: "Dios... por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, y por pura gracia estamos salvados" (Ef 2,4-5). Las señales de salvación nos rodean.
Estamos salvados por gracia, pero no gratuitamente; pues nos ha rescatado el Padre a costa de la sangre y la muerte de su Hijo. Tenemos que aceptar su salvación por la fe (Ef 2,8). No nos salvan nuestras prácticas rituales ni nuestras obras buenas, para que nadie pueda presumir (Ef 2,9) delante de Dios. Nos salva la gracia amorosa de Dios, su luz salvadora; pero tenemos que dar un paso en fe, creer en la salvación que nos da Cristo Jesús; aceptar que Dios quiere que el mundo se salve por Él (Jn 3,17).
Esta fe se convertirá en fe con obras hechas según Dios (Jn 3,21), porque Él quiso "que nos dedicásemos a las buenas obras, que determinó que practicásemos" (Ef 2,10). Las buenas obras no nos salvan; pero son un signo de que la salvación de Dios vive en nosotros.
Señor y Padre: Te damos gracias por todos los signos de esperanza y salvación que nos has dejado en tu Hijo Jesucristo. No podemos perder la esperanza de nuestra salvación. A Ti te encomendamos a los que están faltos de esperanza y de fe. Que María Madre interceda por todos nosotros.
"Hijos míos: Yo quiero salvaros y no ahorraré medios para conseguirlo. Glorificadme con vuestras obras, palabras y decisiones santas. Quiero que mi salvación y mi gloria se manifiesten en vuestras vidas de redimidos por mi amor y por mi gracia. Sois la obra de mi brazo redentor y poderoso. No ocultéis mis acciones magníficas ni mi gloria en vosotros con vuestras conductas antitestimoniales e imperfectas".
EL PAN DE LA PALABRA DANÓSLE HOY CICLO B
Pág. 89 y 90 (Ceferino Santos S.J.)
Pág. 89 y 90 (Ceferino Santos S.J.)
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