Aprende a escuchar las
inspiraciones del Espíritu Santo
Sí, es cierto que el Espíritu Santo nos
quiere hablar, pero a veces nos cuesta escucharle. Esto sucede porque hay
muchas otras voces que constantemente nos llegan de todos lados pidiendo
atención. Todas quieren penetrar en nuestros razonamientos e influir en las
decisiones que tomamos.
Saber escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo es un
aprendizaje progresivo: se trata de convertirse en aquellas ovejas que
reconocen la voz de su pastor en medio de las otras voces que las rodean (Jn
10, 3-5).
Para lograr esto, es necesario crear
poco a poco un cierto “clima de vida” que comprende los siguientes elementos.
Estemos firmemente decididos a hacer en
todo la voluntad de Dios. Dios habla a
aquellos que desean obedecerle. La obediencia es una elección a largo plazo;
cierra la puerta del infierno y abre las ventanas del cielo.
Por la disposición de Jesús a ser obediente, incontable multitud
de personas fueron y son llevados todavía a la reconciliación con Dios.
Llevemos una vida de oración regular, en la que intentemos principalmente tener una actitud de
confianza, de disponibilidad interior a la acción de Dios. La fidelidad a la
oración favorece y hace más profunda la disposición de apertura y de escucha.
Meditemos regularmente las Santas
Escrituras: su manera de tocar y hablar a nuestro
corazón despierta en nosotros una sensibilidad espiritual y nos acostumbra poco
a poco a reconocer la voz de Dios.
Evitemos lo más posible las actitudes
que pueden cerrarnos a la acción del Espíritu: la agitación, las inquietudes,
los miedos, los apegos excesivos a nuestra propia manera de hacer o de pensar. La escucha al
Espíritu Santo requiere flexibilidad y desprendimiento interiores.
Aceptemos con confianza los
acontecimientos de nuestra vida, aun cuando a veces
nos contraríen o no correspondan a lo que nosotros esperábamos.
Si somos dóciles a la manera en la que Dios conduce los
acontecimientos de nuestra vida, si nos abandonamos entre sus manos de Padre,
Él sabrá hablar a nuestro corazón.
Mantengámonos (dentro de lo posible) en paz y en confianza, pase
lo que pase. Cuanto más nos esforcemos por mantener la paz, más escucharemos la
voz del Espíritu.
Sepamos acoger los consejos de las
personas que nos rodean.Seamos humildes de
cara a nuestros hermanos y hermanas, no busquemos siempre tener la razón o la
última palabra en las conversaciones.
Reconozcamos nuestros errores y dejémonos corregir. Quien sabe
escuchar a su hermano sabrá escuchar a Dios.
Purifiquemos constantemente nuestro
corazón en el sacramento de la penitencia. El corazón purificado por el perdón de Jesús percibirá su voz
con más claridad.
Estemos atentos a lo que pasa en el
fondo de nuestro corazón. El Espíritu Santo no se deja escuchar
en el ruido ni en la agitación exterior, sino en la intimidad de nuestro
corazón, por medio de mociones suaves y constantes.
Aprendamos poco a poco a reconocer lo
que viene de Dios a través de los frutos que produce en nuestra vida.
Lo que viene del Espíritu trae consigo paz, nos hace humildes,
confiados, generosos en el don de nosotros mismos. Lo que viene de nuestra
psicología herida o del demonio produce dureza, inquietud, orgullo,
ensimismamiento.
Vivamos en un clima de gratitud: si agradecemos a Dios por un beneficio, él nos dará nuevas
gracias, en especial las inspiraciones interiores que necesitamos para servirle
y amarle.
El Señor nos ama a todos por igual. Nos creó a todos con la misma
capacidad espiritual, de modo que nadie debe sentirse en desventaja al tratar
de escuchar la voz del Espíritu Santo o reconocer la obra de Dios en su vida.
La Escritura contiene magníficos relatos acerca de personas como
san Pedro, la Virgen María y san Felipe, que percibieron la guía del Espíritu
Santo aun cuando esa guía parecía extraña al principio.
El Espíritu Santo quiere hablarnos a nosotros, Él quiere infundir
nuevos pensamientos en nuestra mente y en nuestros corazones. Ábrete a sus
inspiraciones
P. Jacques Philippe
Artículo originalmente publicado por la-oracion.com
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