EL AGUA DEL SEÑOR
El agua del Espíritu Santo fluye abundante en la Iglesia hasta los Pastores y hasta el rebaño, al que el mismo Espíritu les ha encargado guardar y vigilar (Hch 20,28).
Cuando Cristo pide al Padre que nos santifique en la verdad (Jn 17,17), desea que el Espíritu de verdad y de amor nos transforme, nos inunde y nos envuelva.
Jesús, el Ungido de Dios, va a ser conducido siempre por el Espíritu de Verdad y de vida hasta el retiro del desierto, a la predicación de la buena noticia, al prodigio continuado de sus milagros y hasta el desprendimiento totalizador de la cruz.
Todos deberíamos desear ser llevados por el Espíritu y ser ardientes en el Espíritu como quienes sirven al Señor (Rm 12,11). María es buena maestra en las navegaciones por el río del Espíritu, que brota de la divinidad y en la divinidad desemboca. En esa agua del Espíritu hemos sido bautizados y purificados y somos arrastrados y movidos hacia Dios y según Dios.
Señor, sobre la desértica sequía espiritual en que tantos se mueven envía el agua abundante de tu Espíritu. Que nadie pase sed, junto a la corriente refrescante y poderosa de tu Espíritu.
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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