LLEVADOS POR EL ESPÍRITU
El que ama a Jesús y le obedece, se transforma en morada del Espíritu de Dios (Jn 14,23), que habita en él (Rm 8,9). Desde ese momento comienza nuestro Pentecostés. Con el Espíritu de Dios en nosotros podemos vivir según el Espíritu y no según la carne, porque hemos sido hechos hijos de Dios gracias a su Espíritu de adopción (Rm 8,15).
Si somos llevados por el Espíritu de Dios (Rm 8,14), proclamaremos las grandezas de Dios en todas las lenguas de la tierra (Hch 2,11). Si nos mueve el Espíritu de Dios, sus lenguas de fuego (Hch 2,3) se posarán sobre nosotros y darán a nuestras mentes inteligencia de las cosas de Dios. Los que se dejen llevar por el Espíritu, serán enseñados por Él en todo (Jn 14,26), le obedecerán en sus mociones, se someterán a sus deseos, avanzarán hacia las metas trazadas en los planes de Dios y vivirán verdaderamente como hijos de Dios (Rm 8,14).
Los que se dejan llevar por su Espíritu colaboran con su actividad en nosotros, que quiere someter nuestras voluntades al querer del Padre y nuestras lenguas a las alabanzas de Dios. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios no rechazan el uso de carismas, como instrumentos eficaces para evangelizar, construir el Reino de Dios y dar testimonio eficaz de Cristo vivo y resucitado. Hoy en día las iglesias cristianas que aceptan el uso de los carismas, obedeciendo al Espíritu, son las que más crecen numéricamente. Así ha sucedido en estos últimos años con los católicos, los pentecostales y los neopentecostales; mientras otras iglesias apenas han crecido, cuando no disminuyen.
¡Señor Jesús, que aceptemos y obedezcamos a tu Espíritu de Pentecostés en la Iglesia los sacerdotes, los obispos y los laicos! Que cada día vivamos un Pentecostés continuado en nuestras vida
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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