VUESTRA TRISTEZA SE
CAMBIARÁ...
La tristeza y la alegría cristianas tienen que ver con la ausencia y la
presencia de Jesús. La alegría viene a ser la misma existencia cristiana
caracterizada por el encuentro con Cristo en la fe.
Cuando San Pablo ve que los de Corinto, "oyendo la palabra, creen y se
bautizan" (Hch 18,8), siente gozo porque Jesús está en ellos. En cambio, cuando
ve la oposición de los judíos de Corinto, que resisten a su predicación y
blasfeman, Pablo rasga sus vestiduras (Hch 8,6) y se entristece por ellos.
El hombre se entristece también muchas veces por causas y sucesos adversos.
¡Hay tantas desgracias cada día entre los hombres, mientras tienen su morada
permanente en los cielos y no en la tierra! De algún modo se cumplen las
palabras de Cristo: "Estaréis tristes" (Jn 16,20). Hay hechos que pueden alterar
nuestra alegría y nuestra paz. Pero, al presentarlos a Cristo en la oración, en
la eucaristía y desde la fe, la promesa de Cristo se realiza entre nosotros:
"Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría" (Jn 16,20).
Él también cambia con frecuencia nuestras tristezas en alegría. ¡El Señor nos
protegió tantas veces de muchos males y peligros! ¡Cuántos accidentes muy graves
evolucionaron tan favorablemente, que los mismos médicos quedaron extrañados y
perplejos! También aquí abajo, con frecuencia, el Señor quiere cambiar nuestras
angustias y tristezas en alegría.
Pero nuestra tristeza se cambiará en gozo perpetuo y eterno cuando entremos
en la gloria celeste, inmortal, inacabable y definitiva del Señor. "Dentro de
otro poco Te volveremos a ver" (Jn 16,16), Señor Jesús, glorificado, bellísimo,
radiante, bienaventurado y glorificando a todos los que Te vean de nuevo y para
siempre. Te veremos, Señor; Te veremos, tal como eres, Jesús.
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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