MÁS INTIMIDAD DIVINA
Dios trata siempre de mantener un intimidad
salvadora con su pueblo. Desde el lejano cautiverio de Egipto, "Dios los sacó de
allí con brazo poderoso y durante cuarenta años los alimentó en el desierto"
(Hch 13,17-18) y, finalmente, "Dios sacó de la descendencia de David un Salvador
para Israel: Jesús" (Hch 13,23). Cuando Jesús se hace presente entre nosotros,
nos asegura que, si le recibimos, recibimos también al que le ha enviado (Jn
13,20). Es decir, llegamos a tener intimidad con Cristo y con su Padre.
¡Qué bien conocía este misterio Juan, el
discípulo y evangelista, después que le revelaste tu ser profundo y divino y le
introdujiste en tu intimidad! El creía que Tú eras el "Yo soy" y "el que es" (Jn
13,19) y que Tú conocías el futuro y que sabias quién era el que Te iba a
entregar (Jn 13,18). Juan conoció tu divinidad y tu Persona divina, asociada a
una humanidad perfecta que pudiese tener la experiencia del padecimiento y de
una filiación especialísima, dimanante de la Persona divina del Verbo.
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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