TENER VIDA ETERNA
¿Cómo explicar al pueblo que existe un modo de
vida tal (Hch 5,20): que participa misteriosamente de la vida eterna de Dios (Jn
3,16) y donde los mismos ángeles se comunican con los hombres y liberan a los
apóstoles encerrados en una cárcel (Hch 5,19)? ¿Nos estamos moviendo en una
realidad firme o en la idealidad de un sueño?.
Sucede que el amor de Dios al mundo es tan grande
que, al comunicarnos a su propio Hijo, rebasa los límites de lo razonable y nos
introduce en, su misma vida inacabable y divina: ¡Tanto amó Dios al mundo! (Jn
3,16). Y lo más real de todo parece un sueño.
Tener vida eterna es tener ya la semilla vital de
Dios en nosotros (1 Jn 3,15). Por la fe se admite la semilla y la vida de Dios
en nosotros (Jn 3,16) y somos reengendrados como hijos de Dios. ¿Sabemos vivir
como hijos en la fe y en el amor? ¿Nos acercamos a la luz para que se vea que
nuestras obras están hechas según Dios (Jn 3,21) y que la vida de Dios en
nosotros es verdadera? .
¡Qué maravilla cuando dejamos crecer la semilla
de hijos de Dios en nosotros y se desarrollan las potencias espirituales del
conocimiento de las cosas de Dios, la sabiduría sobre sus planes y sus misterios
y la inteligencia profunda de su Palabra! ¡Qué maravilla cuando el poder de Dios
anida en nosotros y somos movidos por su Espíritu de forma carismática y
aumentan en nosotros los dones y los frutos del Espíritu Santo y los saboreamos
y nos alimentamos de vida misma de Dios!¡Qué dicha la de los hijos de Dios que
sienten latir en sí mismos la vida eterna del Padre y saben que habita en sus
corazones!
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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