LAS DOS POSTURAS
Ante Cristo resucitado se dan dos actitudes diversas: la de los creyentes que lo aceptan y la de los críticos e increyentes que le rechazan. En medio se quedan los dudosos y los tibios, que terminan a la larga desembocando en la aceptación o en el rechazo del Resucitado.
Están, por un lado, los que prohíben hablar, predicar y enseñar en el nombre de Jesús (Hch 4,18). Son los intolerantes de todas las épocas y de todos los países que violan el derecho de libertad religiosa y mandan callar y contradicen a los que recibieron gozosos el mensaje del Resucitado. Las fuerzas de la intolerancia religiosa y de la pseudociencia quieren acallar y ahogar el mensaje de salvación de Cristo o, por lo menos, debilitarlo, criticarlo y "aguarlo", desfigurándolo previamente.
A pesar del mundo, la buena noticia de Cristo, vivo y resucitado, ha de seguir anunciándose. Primero, "a los compañeros que están tristes" (Mc 16,10) y desalentados en su fe. Luego, "a los incrédulos y duros de corazón" (Mc 16,14). Y, finalmente a todos los hombres. El mandato de Cristo resucitado es terminante: Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación" (Mc 16,15), sin glosas, completo y con toda su vitalidad.
Este mandato de Jesús conlleva luz y fuerza para poder predicar la buena nueva del Resucitado. Él se nos revelará como Buena Noticia para todos y nos ayudará a proclamarlo ante el mundo.
¡Danos fuerza Señor para anunciar a tu Hijo unigénito, resucitado y glorioso, en medio del mundo, y que tus elegidos crean en Él, lo acepten y lo amen!. ¡Multiplica, Señor, los testigos valientes del que triunfó del pecado y de la muerte y vive por los siglos!
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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